Cicuta
Por Jaime Flores Martínez.
Viernes, 19 de Febrero de 2016.
Hidalgo
Entronizado en la titularidad de Secretaría de Seguridad Pública de Tijuana, el señor Alejandro Lares Valladares le dio la bienvenida al «año de Hidalgo»
Aunque el señor Lares acostumbra escupir insultos contra el columnista, Cicuta no sostiene una campaña de desprestigio en su contra; para desprestigiar a alguien debe tener “algo” de prestigio.
El asunto es que en el tercer año de la administración municipal, el secretario Lares despliega todo su poder para “desplumar” a todo incauto que se atraviesa.
Mientras los dueños de modestos “automóviles chocolate” se dedican a esquivar los ilegales retenes, otros tantos critican que los filtros instalados para detectar conductores alcoholizados son ahora un jugosísimo negocio para policías, jueces y funcionarios de primer nivel.
¡Y es que tamaña corrupción no se entendería sin la complicidad de jerarcas gubernamentales!
Sobre la operación de los alcoholímetros el señor Lares ordenó que se instalen a cualquier hora y cualquier día de la semana.
Los encargados de operar esos filtros, no tienen empacho en solicitar dádivas a los automovilistas detectados con aliento alcohólico.
Más que retenes son auténticos nidos de corrupción.
En la mayoría de las ocasiones esos uniformados ni siquiera utilizan el aparato que mide la cantidad de alcohol en el organismo. Simplemente miden el grado de borrachez al pedirles que soplen.
Como entender que en la mayoría de las ocasiones regalan una sonrisa antes de pedir una modesta mochada te 2 mil pesitos.
Si el conductor no aporta dicha cantidad, entonces son canalizados ante el juez calificador en turno y su vehículo remolcado.
El conductor con aroma a –barón brandy– o alguno de sus familiares, no tardan en escuchar que la estancia en la cárcel puede evitarse “con una corta feria”.
Sin embargo, ahí la tarifa es mas alta.
El argumento de sus jueces corruptos es que “la mitad de la aportación corresponde al gobernante en turno”
Resulta indignante que la operación de los llamados “alcoholímetros” alcanzaron el nivel de prostitución.
Aunque la intención es evitar los accidentes automovilísticos ocasionados por el exceso de licor, queda claro que en el último año (de gobierno) esta medida se ha convertido en un jugoso negocio.
Los policías que realizan estas acciones, tienen perfectamente estudiados los sitios donde se colocan.
Siempre escogen instalarse a la entrada de colonias populares, sobre todo en zonas donde se reportan mayores incidentes derivados del consumo del alcohol.
Ellos tienen la oportunidad de aplicar su experiencia.
Otros tantos enviados por el secretario de seguridad pública Alejandro Lares (o bien por el director de la corporación Omar Green) se dedican a instalar filtros de revisión para detectar autos chocolate.
La tarde del pasado viernes el columnista observó con detenimiento las acciones de tres policías municipales que conducen motocicletas.
Estos uniformados instalaron un retén en el kilómetro Uno del boulevard Salvador Rosas Magallón, con dirección al crucero de la 5 y 10.
Pasó menos de una hora para que los señores motociclistas interceptaran a dos decenas de vehículos con placas norteamericanas. Ninguno de esos autos era de modelo reciente.
Los conductores eran personas con atavío modesto y gesto de preocupación.
Una sonrisa se dibujaba en su rostro luego que el motociclista los dejaba seguir su camino.
Abordado por el columnista, uno de ellos reconoció que la dádiva fue de 200 pesitos.
Si acaso alguno de los propietarios de autos chocolate caen en esa trampa y no trae dinero, se les brinda la oportunidad de llamar para pedir prestado. ¡
Que policías tan generosos!
De otra manera, una grúa estacionada 10 metros adelante, se echará de reversa para enganchar el vehículo.
Una persona que fue víctima de este abuso policiaco sospecha que los concesionarios de las grúas entregan un porcentaje a los policías que ordenan remolcar los vehículos.
Entre más autos ingresen al corralón, más dinero le toca a los uniformados.
Sin duda el secretario Alejandro Lares está feliz al iniciar el año de Hidalgo.
Ahora con su casita ubicada en el mejor fraccionamiento de Tijuana ya se olvidó de las carencias económicas de su niñez y adolescencia.
Tristes tiempos por los rumbos del fraccionamiento la Campiña, en la parte oeste del Boulevard Insurgentes de Tijuana.
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