Odisea en Transporte Público

Travesía Urbana

Por JJ Flores.

Odisea en Transporte Público…

Crónica.

                Lunes, inicio de semana. Hora de salir a una diligencia. Mi vetusto vehículo… en el taller. Son las 07:40 de la mañana, camino hacia la parada del camión sobre el Blvd. Cucapah… espero una Calafia que me lleve al conocido crucero de la 5 y 10 y de ahí transbordar hacia la presa.

Media docena de personas esperan impacientes la llegada del transporte, mismo que al pasar algunos minutos, se distingue a lo lejos. Una calafia de las “rojo y crema” hace la parada y un jovenzuelo brinca de “angelito” después de colgarse cual vil primate de uno de los tubos de la puerta.  Súbale, súbaleee!!! Insurgentes, álamos, cinco y dieeeez!!!

Nos apresuramos a subir a la desgastada unidad, misma que al abordar asemeja a una lata de sardinas. Todos los asientos ocupados y varias personas de pie, quienes se tambalean ante el arranque de la unidad. Respaldos de asientos con grafiti, tubería deteriorada y pintura interior mal aplicada, se puede observar a simple vista. Diversos olores se mezclan, entre ellos un cierto tufo a gasolina combinado con perfume barato.

Pásele pa´ atraas!!! Recórranseee!!! Grita el chalán del chafirete, mientras que cada vez más, se apretujan los usuarios unos contra otros. Una señora de la tercera edad sube y con su mirada cansada busca algún caballero que le brinde su asiento.

Un señor cuarentón se hace el dormido, mientras un joven con audífonos puestos, mira de reojo a la longeva mujer, y se hace el desentendido viendo atreves de la ventana. Por algún momento parece que nadie cederá su asiento, sin embargo pasa lo inimaginable… una muchacha de aspecto humilde se levanta y ofrece su butaca a la anciana. ¡¡¡Habrase visto!!!

Continua el recorrido, y  ya sobre el blvd. Insurgentes, un checador sube a la unidad con tabla en mano y comienza una charla con el chofer, pasan los minutos… Nadie dice nada pero se observa cierta inquietud en la cara del pasaje. Al chofer no le importa el tiempo de los demás… Cerca de 7 minutos después de prácticamente “echar novio” con el checador, éste arranca de nuevo a vuelta de rueda para luego, comenzar a lidiar con el tráfico del puente del Alamar. Un río de vehículos, trailers y autobuses se ven venir por la bajada de la mesa de Otay… Se avanza muy lentamente.

El conductor de la calafia sube el volumen de la radio, como queriendo decir – no se desesperen—. El sonido de una estación de música norteña se deja escuchar  y algunos pasajeros sonríen ante las ocurrencias del conocido locutor del programa “El Chon por las mañanas”.

Ahora  atravesamos el puente del Alamar muy lentamente, de repente un fétido olor se deja sentir. Algunas personas disimuladamente se tapan las fosas nasales con el antebrazo, mientras otras tantas ponen cara de “yo no fui” o se hacen los disimulados. Un sujeto trata en vano de abrir una ventanilla del vehículo, es imposible… están herméticamente selladas. Dos jovencitas piden la parada bajo el puente del Blvd Ferrocarril, van sentadas casi en medio, se levantan y embarrando sus juveniles cuerpos a los que van parados, alcanzan la puerta de salida – que es la misma de la entrada—, pagan y bajan maltrechas.

Son las 8:20 am por fin llegamos a buen destino, un grupo nutrido de personas bajamos frente al swap meat, lentamente y con dinero en mano, pagamos un pésimo servicio de transporte público.

 Ahora a subir un atestado puente peatonal. Esquivando transeúntes y vendedores ambulantes, algunos postrados en el suelo del andén, llego a la parada la “burra” que me llevará a mi destino final.

8:35 am subo al camión que me transportará a la presa, aquí si consigo asiento. Personas de todas las edades comparten el viaje. El camión se observa medianamente limpio, anuncios en inglés se pueden observar  frente y detrás del chofer… Si,  son basura del transporte de nuestro poderoso País vecino, que el concesionario pone a circular sin siquiera guardar las apariencias.

Avanzamos moderadamente aprisa. En cada parada aguardamos a que suban  aquellos parroquianos  que vienen por la banqueta. Algunos se suben, otros… no.

De pronto un camión de la misma línea nos rebasa por el lado izquierdo… va con una buena velocidad.

Un sinfín de paradas después llego a mi destino. Bajo de la unidad no sin antes dar gracias a Dios de la prudencia del chofer al no jugarle carreras al camión que cuadras atrás nos rebasó.

Ahora si… sin pensarla dos veces… me regreso en taxi libre.  A ver cómo me va.

Comentarios. [email protected] cicuta.com.mx       Jueves, 24 de Abril de 2014.


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